Ofendidos por las alabanzas
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Los sacerdotes y mercaderes que huían del templo se encontraron con los que acudían llevando a sus enfermos. Al calmarse un tanto su terror, los sacerdotes volvieron calladamente, curiosos por ver qué estaba haciendo Jesús. “Al entrar, quedaron estupefactos ante la maravillosa escena. Vieron sanos a los enfermos, con vista a los ciegos, con oídos a los sordos, y a los tullidos saltando de gozo. Los niños eran los primeros en regocijarse. Jesús había sanado sus enfermedades; los había estrechado en sus brazos, había recibido sus besos de agradecido afecto, y algunos de ellos, se habían dormido sobre su pecho mientras él enseñaba a la gente”. “Voces infantiles balbuceaban las alabanzas del poderoso Sanador. Sin embargo, para los sacerdotes y ancianos todo esto no fue suficiente para vencer su prejuicio y su celo”. Al oír las alabanzas, los gobernantes del templo se ofendieron. Muy agitados, exigieron que Jesús acallara el ruido y aquietara las aclamaciones de alabanza.
¿Oyes lo que éstos dicen?” le preguntaron al Salvador, “Sí”, contestó él. “¿Nunca leísteis: ‘De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza?” (Mat. 21:16). Jesús les dirigió una poderosa reprensión a los líderes religiosos de Israel. La cita del Salmo 8:2 debiera haberlos hecho despertar al hecho de que los sucesos recientes eran todos un cumplimiento de las Escrituras.
“Los sacerdotes y gobernantes de Israel rehusaron proclamar su gloria, y Dios indujo a los niños a ser sus testigos. Si las voces de los niños hubiesen sido acalladas, las mismas columnas del templo habrían pregonado las alabanzas del Salvador”. Los mismos hombres que habían otorgado licencias para el tráfico ilegal y la algarabía del comercio en los atrios del templo, no podían comprender ni tolerar el ministerio de misericordia ni los sones de alabanza que se le tributaban al Señor. “Jesús había señalado su posición como guardián del templo… Nunca antes habían tenido sus palabras y obras tan gran poder. Él había efectuado obras maravillosas en toda Jerusalén, pero nunca antes de una manera tan solemne e impresionante. En presencia del pueblo que había sido testigo de sus obras maravillosas, los sacerdotes y gobernantes no se atrevieron a manifestarle abierta hostilidad. Aunque airados y confundidos por su respuesta, fueron incapaces de realizar cualquier cosa adicional ese día”. Jesús se retiró a Betania para pasar la noche del lunes entre amigos.
Aun hoy, no Hacemos de hallar en su presencia reposo, paz y salud para nuestros males espirituales.
Pero los principales sacerdotes y los escribas, se indignaron al ver las maravillas que hacía, y a los muchachos que aclamaban en el templo: “¡Gloría al Hijo de David!” Mateo 21:15.