Follaje ostentoso

Follaje ostentoso

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La mañana siguiente a la entrada triunfal, mientras Jesús volvía al templo desde Betania, pasó junto a un bosque de higueras. Tenía hambre, y vio un árbol cuyo follaje prometía fruto. Era temprano como para que hubiera higos, pero lo natural es que una higuera dé higos antes de llenarse de hojas. “Al llegar nada halló sino hojas, porque no era tiempo de higos. Entonces Jesús dijo a la higuera: ‘Nunca más coma nadie fruto de ti’. Y lo oyeron sus discípulos”. Los discípulos se extrañaron mucho al oír cómo Cristo maldecía a la higuera. Hasta entonces, el Salvador siempre había restaurado y sanado, nunca destruido. ¿Por qué lo haría? Jesús vinculó la anterior parábola de la higuera con su acto de maldecir la higuera literal. El resultado de la parábola se revelaba en la maldición del árbol estéril. Aun después que el jardinero pidió más tiempo, Israel determinó su propia destrucción al rechazar a Cristo.

La higuera representaba la nación judía. Su despreocupación por el bienestar de los que perecían en el pecado a su alrededor mientras que ellos gozaban de gran luz, era sólo una parte de su maldad. “La religión judía, con su templo magnífico, sus altares sagrados, sus sacerdotes mitrados y ceremonias impresionantes, era hermosa en su apariencia externa, pero carente de humildad, amor y benevolencia”. Los otros árboles del huerto representaban las naciones gentiles. Sin hojas, no despertaban expectativas de fruto, de modo que no provocaban al desengaño como los judíos. No expresaban pretensiones de servir a Dios. De hecho, todavía no conocían a Dios ni sus caminos, pero les llegaría su tiempo. Conocer la verdad y jactarse del favor de Dios, sin por ello dar fruto, es recibir la maldición divina. Jesús había venido a Israel en busca de “abnegación y compasión, celo en servir a Dios y una profunda preocupación por la salvación de sus semejantes. Si hubiesen guardado la ley de Dios, habrían hecho la misma obra abnegada que hacía Cristo. Pero el amor hacia Dios y los hombres estaba eclipsado por el orgullo y la suficiencia propia. Se atrajeron la ruina al negarse a servir a otros”.

 

Estamos nosotros también fracasando al esforzarnos por cumplir la ley mientras rehusamos ministrar en favor de los demás? ¿Somos tan sólo hojas? ¿Dónde está el fruto del Evangelio?

Al día siguiente, cuando salieron de Betania, Jesús sintió hambre. Viendo de feos una higuera con bajas, se acercó a ver si hallaba algo en ella. Marcos 11:12, 13.

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